Este estudio ha sido realizado por la Asociación Médica Canadiense, en concreto por los doctores Joan Durrant y Ron Emso.
En el mismo se verifica que aquellos niños que reciben castigos corporales resultan más agresivos con sus familiares y, posteriormente, con sus parejas.
Además, se asocia también a que puedan sufrir problemas de desarrollo intelectual, ansiedad, depresión y consumo de alcohol o drogas.
El estudio reveló que el castigo físico estaba asociado con mayores niveles de agresión por parte de quienes lo han recibido y sugiere de forma consistente que este castigo tiene un efecto causal seguido de la exteriorización de comportamiento, pudiendo ser a través de una respuesta reflexiva al dolor o de modelización.