Cada vez más ahogados

Cada vez más ahogados

jueves 16 de octubre de 2014, 19:14h

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El resultado de la crisis es un alza de la presión de los grandes tributos sin precedentes en la democracia española.

Los impuestos son cada vez más altos y las rentas de familias y empresas encogen año a año. La crisis también catapultó el déficit público. Para combatirlo, además de cortar gasto, los Ejecutivos socialista y popular aprobaron sucesivas subidas de impuestos desde 2010.

Según el último informe anual de recaudación de la Agencia Tributaria, el tipo medio efectivo de las cuatro grandes figuras tributarias (IRPF, IVA, impuesto de sociedades e impuestos especiales) escaló en 2012 al 14% de las bases imponibles, un nivel récord en una década, muy similar al registrado en 2005 y 2006.

La diferencia está en que ahora se partía de una presión mucho menor: solo hace tres años atrás, el tipo medio efectivo de estos cuatro grandes impuestos había tocado suelo, al situarse en el 12,4%, un mínimo en la historia reciente.

El tipo efectivo es el resultado de comparar la base imponible del impuesto con lo que finalmente paga el contribuyente a Hacienda.

La aplicación de deducciones y exenciones hace que sea sensiblemente inferior al tipo teórico. El caso más extremo es del impuesto de sociedades: las desgravaciones aplicadas a los resultados contables para definir la base imponible y las deducciones en la cuota (lo que deberían pagar) permiten a las grandes corporaciones, maestras en el arte contable, pagar solo un 3,5% —muchas, ni eso—, de los beneficios en 2011 cuando el tipo teórico es del 30%.

Hasta la crisis financiera, la presión de los grandes tributos se desinflaba, recorría el camino inverso al que ha tomado ahora. La bonanza expandía las bases imponibles (pues crecían las rentas familiares, más aún las empresariales, y también lo hacía el gasto privado) que gravan los impuestos.

Además, en la primera legislatura del Ejecutivo socialista de José Luis Rodríguez Zapatero, se bajaron los tipos teóricos del impuesto sobre la renta, se estableció una tarifa aparte para gravar el ahorro, y se redujo por primera vez el tipo teórico del impuesto de sociedades (del 35% al 30%), sin apenas tocar el generoso esquema de deducciones del que se beneficiaban las grandes empresas.

El resultado fue un acusado descenso de la presión tributaria, que se prorrogó hasta 2009, cuando el Gobierno socialista, trató de relanzar economía con estímulos fiscales, como la deducción de los 400 euros en el IRPF.

La política fiscal dio un giro radical en mayo de 2010 cuando, ante las dudas crecientes de los inversores financieros, que forzaron el primer rescate a Grecia, Zapatero aprobó una radical subida de impuestos.

No solo aumentó el IVA (del 16% al 18%), algunos impuestos especiales (al tabaco y a los carburantes) o, ya en 2011, el IRPF (del 43% al 45% el tipo máximo), sino que también desactivó los estímulos fiscales que había puesto en marcha.

Eso hizo que el salto de 2010, fuese aún más acusado que el de 2012, el primer año del Ejecutivo del PP. Porque las subidas de impuestos de la Administración de Rajoy han sido aún más intensas. El tipo máximo del IRPF ha pasado del 45% al 52%; el IVA, del 18% al 21% y además ha pasado la tijera por las desgravaciones que disfrutaban las grandes empresas en el impuesto de sociedades.

Con la ayuda del compromiso del BCE, la prima de riesgo española se ha moderado de forma ostensible (de 636 a 248 puntos básicos en un año), pero la economía doméstica no ha dejado de sufrir.

Los recargos tributarios caen sobre familias y empresas en el peor momento. Es la consecuencia de intentar someter el déficit público, un objetivo al que el Gobierno da prioridad absoluta, en plena recesión que no termina. 

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