Empieza el juicio militar por el 'Caso Wikileaks'

Empieza el juicio militar por el 'Caso Wikileaks'

jueves 16 de octubre de 2014, 19:14h

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Bradley Manning, el joven soldado de ahora 25 años autor de la mayor filtración jamás sufrida por Estados Unidos, que acabaron en manos de Wikileaks, comienza su andadura en un juicio militar poco público.

Sus defensores y seguidores se manifestaron ayer a las puertas del fuerte militar donde hoy se dará inicio a su consejo de guerra más de tres años después de que fuera detenido en Irak y  acusado de descargarse una gran cantidad de documentos de los servicios secretos, cables diplomáticos y vídeos de combates que remitiera a la organización WikiLeaks, dando a esta organización cerca de 700.000 documentos.

Ante un tribunal militar, el soldado Bradley Manning, 25 años, va a declararse culpable de 10 de los 22 cargos de los que le imputa la justicia militar, según dijo uno de sus abogados -David Coombs- en una audiencia el pasado mes de febrero.

Y es que Manning podría llegar a ser condenado a cadena perpetua sin posibilidad de libertad condicional ya que uno de los cargos a los que se enfrenta es el de “ayudar al enemigo”, que conlleva esa pena, y otro es haber violado la Ley de Espionaje de 1917, que también le podría acarrear pasar el resto de sus días en una prisión militar, no sabemos si bajo intensa tortura, porque visto lo que se denuncia en la prisión de Cuba, ya no se puede hablar de derechos humanos mínimos.

El pasado 21 de mayo, la juez militar Denise Lind cerraba un año y medio de vistas preparatorias y fijaba las reglas para este juicio que se llevará a cabo bajo fuertes medidas de seguridad en Fort Meade, a unos 50 kilómetros al noreste de Washington, en el Estado de Maryland, y que no concluirá previsiblemente hasta finales de agosto. Allí, se congregaban ayer, aunque sin cruzar el perímetro de seguridad impuesto por la autoridades militares, desde Nathan Fuller –uno de los organizadores de la manifestación y seguidor de la causa de Manning desde su detención- hasta Daniel Ellsberg, un antiguo funcionario del Pentágono que a finales de los años sesenta filtrara al diario The New York Times documentos secretos de la Administración estadounidense sobre la guerra de Vietnam.

Atrás quedaban los largos nueve meses que Manning pasó en 2010 en una prisión preventiva en la base de los Marines en Quantico (Virginia); donde el aislamiento ante la posibilidad de que cometiera suicidio –hizo que le forzasen a dormir desnudo y sin sus gafas, encerrado en una celda de seis metros cuadrados durante 23 de las 24 horas del día; para finalmente ser recluido en abril de 2011 en Fort Leavenworth (Kansa), desde donde ha sido trasladado a Fort Meade para su juicio.

Manning, por primera vez desde que fue arrestado en mayo de 2010, expuso el pasado marzo sus razones para hacer lo que hizo a tan alto precio como es el de la libertad. “Un noble motivo”, explicó este joven bajito de mirada tímida escondida tras unas gafas. Todavía luciendo el uniforme militar –y así seguirá hasta que le sea arrebatado cuando se le encuentre culpable-, Manning declaró que consideraba que si “el público tenía acceso a la información podía abrir un debate en EEUU sobre el papel del Ejército, la guerra y la política exterior norteamericana”.

Que será encontrado culpable no es algo que se oculte y es ya una realidad, ya que la defensa orquestó en marzo una estrategia por la que aceptarían una serie de cargos con las que le garantizan 20 años en prisión pero al menos intentará defenderse de la acusación de “ayuda al enemigo”. “¿Es consciente usted de que ya no hay posibilidad de que le encuentre no culpable, entiende eso?”, le preguntó –casi maternal-, la juez. “Sí”, reconoció sereno el soldado.

Para Elizabeth Goitein, responsable del Programa de Libertad y Seguridad Nacional del Centro Brennan para la Justicia, el juicio de Manning supone “probablemente el ejemplo más dramático de la utilización por parte de la Administración de la Ley de Espionaje para perseguir judicialmente las filtraciones de información a los medios de comunicación”.

Coombs, otro abogado del soldado, ha denunciado en reiteradas ocasiones la lentitud con la que se ha llevado a cabo el caso y el secretismo con el que se ha envuelto todas las vistas preliminares y la cobertura de los medios de comunicación.

Más de 20 testimonios se efectuarán a puerta cerrada, según ha sentenciado la juez, entre ellos varios embajadores, funcionarios del Pentágono o expertos en espionaje.

Uno de los Navy Seals aún vivo que participó en el operativo que acabó con la vida de Osama Bin Laden en Pakistán, también testificará sin testigos ni prensa. El Seal declarará que los documentos robados por Manning y filtrados a Wikileaks –que los difundió- acabaron en el refugio del líder de Al Qaeda, lo que probaría que los papeles llegaron a manos de la organización terrorista o, lo que es lo mismo, al enemigo.

Manning ha recibido muchas definiciones: Joven inadaptado: enardecido patriota; activista gay; aspirante a hacker; soldado por descarte… Pero en los próximos días, semanas y meses que están por llegar, el consejo de guerra encargado de juzgarle decidirá el más importante epíteto de todos, el que definirá su vida de ahora en adelante y para siempre en la cárcel o permitirá que algún día, más tarde que temprano, acabe recobrando la libertad perdida por una acción que muchos han tildado de patriota: la de “colaborador con el enemigo” y traidor a la patria.

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