Con este coste añadido, las crías no podrían manipular a sus padres y estos podrían alimentar a las crías sin variar su pauta de alimentación por mucho que estos se quejen. Esto es lo que ha demostrado el estudio publicado en el Journal of Evolutionary Biology para el alcaudón meridional.
Gregorio Moreno-Rueda, investigador del CSIC así lo argumenta, las crías que nacen ciegas, sin plumaje y con escasa movilidad (crías de aves altriciales nidícolas) piden comida mediante comportamientos extravagantes y llamativos. Pero este comportamiento supone un coste extra que repercute en la capacidad de crecimiento y en la respuesta inmunitaria de los pollos.
Para que los padres les hagan caso, sus señales deben reflejar fielmente su necesidad de comida y deben ser costosas de producir, porque de lo contrario estarían pidiendo más comida a sus padres de la que deben darlos, lo que generaría un conflicto paternofilial, dice el estudio.
¿Cómo se realizó el experimento?
Para estudiarlo, se crearon dos grupos de pollos, sometidos a las mimas condiciones ambientales y que recibían la misma cantidad de alimento. Lo único que variaba es el estimulo de petición que era quince veces superior en el grupo ensayo.
Una vez realizado el experimento, se compararon los resultados viéndose que el grupo que menos recibía el estimulo de pedir el alimento, era el que mayor tasa de crecimiento y mejor respuesta inmune tenía.
Moreno Rueda da un paso más en uno de sus comentarios sobre el hallazgo, al afirmar que si este estudio fuera extrapolable a la psicología infantil, los bebes que más energía emplean en llamar la atención de sus padres llorando, serían los que menos crecieran y los que peor sistema inmune tendrían.