Crítica de Los idus de marzo

Estos son mis principios, si no le gustan tengo otros

Estos son mis principios, si no le gustan tengo otros

jueves 16 de octubre de 2014, 19:14h

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El incrédulo Julio César fue asesinado en marzo del año 44 a.C., y como Plutarco o Shakespeare sostenían, «¡Cuídate de los idus de marzo!».

Los idus de marzo

Dirección: George Clooney
Guión: G. Clooney, Grant Heslov, Beau Willimon
Fotografía: Phedon Papamichael
Montaje: Stephen Mirrione
Música: Alexandre Desplat
Intérpretes: Ryan Gosling, George Clooney, Philip Seymour Hoffman, Paul Giamatti, Evan Rachel Wood, Marisa Tomei, Max Minghella
Distribuidora: Universal
Duración: 101 minutos
Público Adecuado: Mayores de 16 años

Valoración: **** (4.5 sobre 5)

Lo mejor: George Clooney se reinventa como director y guionista.
Lo peor: A pesar de la fuerza del guión, pierde fuelle en la parte final.

Clooney no ha seguido la estela del emperador, sino que ha vuelto a convencernos de que eso de hacer cine, es lo suyo. Encarnando él mismo al candidato a la presidencia del partido demócrata, Mike Morris, presenciamos una cruenta campaña donde la lealtad y la confianza no tienen cabida, subordinadas a todo tipo de estratagemas y engaños que lograrán romper las esperanzas de los más débiles. Quizás el tema no atrae de primeras, cansados ya de los múltiples títulos que, sin pena ni gloria, han abordado esta temática para caer en el olvido. Si bien, el objetivo de Clooney no es otro que mostrar, con franqueza y gran acierto, el sistema político estadounidense, basándose en una historia de tinte real sin connotaciones revolucionarias ni partidistas.

Los ingeniosos diálogos hacen rememorar el guión de su anterior película como director, Ella es el partido (2008), aunque decae en los últimos 15 minutos, en los que la demasía se apodera de la trama, convertida en un crudo drama que no logra emerger hacia la genialidad del conjunto. A pesar de esto, merecida es, por tanto, su nominación al Oscar de este año como Mejor Guión Adaptado, ya que está basado en la obra de teatro de Bean Willimon, Farragut North, representada en Broadway durante 2008.

A simple vista, choca pensar en el gran reparto de la cinta y el modesto presupuesto que presenta, con una recaudación que lo septuplica. La historia daba para mucho y Clooney no ha querido desaprovechar la ocasión jugando en casa (la película ha sido rodada en Cincinnati, Ohio), compitiendo mano a mano con un más que convincente Ryan Gosling, a pesar de que su personaje parezca hecho a medida para uno de los productores de la cinta, Leonardo Dicaprio, quien ha querido mantenerse en un segundo plano. Se desprende así Gosling del sambenito que crítica y espectadores le adjudicaron tras El diario de Noa (2004), y del que a punto estuvo de desprenderse gracias a Drive (2011). Notable participación también la de Philip Seymour Hoffman, que eleva la categoría del reparto, a pesar de tratarse de un papel de condición inferior que el llevado a cabo en la recién Moneyball: Rompiendo las reglas (2011). Si bien, éste último consigue dejar a su contrapunto en la película, Paul Giamatti (El mundo según Barney, Entre copas), por debajo de las expectativas. En cuanto al reparto femenino, no puedo hacer otra cosa que ensalzar a una de esas actrices cuyo desarrollo, tanto fílmico como natural, hemos podido disfrutar a través de la gran pantalla; Evan Rachel Wood sorprende con una interpretación de medida ambigüedad, que hace que nos olvidemos de fatídicos errores como fueron en su día Simone (2002) o su papel en La vida ante sus ojos (2007). El único pero del elenco femenino son las exiguas escenas dedicadas al papel de Marisa Tomei (El inocente, Negocios de guerra), cuyo personaje daba más de sí, en cuanto a su condición de periodista, ya que podía haber resaltado los puntos más blancos de la trama.

Imprescindible hacer mención al cuatro veces nominado al Oscar a Mejor Banda Sonora, Alexandre Desplat (El discurso del rey, El árbol de la vida), cuya música aporta todo un cúmulo de vivas sensaciones a la historia, que hace confrontar de manera sutil los momentos más crudos de la trama con su significación ética y moral.

Ni la fotografía ni el montaje pasan desapercibidos para el espectador, que queda atrapado entre el buen hacer de Stephen Mirrione (Traffic, Babel) y el inequívoco Phedon Papamichael (Entre copas, En busca de la felicidad). Los planos se cierran constantemente en busca de la parte intrínseca del ser, con primeros planos que nos hacen conscientes de la degradación humana, a pesar de unas buenas intenciones iniciales y un despropósito a veces inmerecido.

Cabe destacar el dilatado plano final de la cinta en la que aparece Gosling, donde se mantiene la tiesura durante no menos tiempo que Desplat hace lo propio en escenas anteriores con sus creaciones. Un final a la altura de una película que pone el listón muy alto a Clooney, quien ya tiene en mente su próximo proyecto, The monuments men, basado en la novela de Robert Edsel.

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