De la especie de los cetáceos misticetos, perteneciente a la familia de los rorcuales. Es una de las ballenas más grandes que existen, llegando a alcanzar en su madurez los 16 metros de longitud y un peso aproximado de 36.000 kg. Vamos, todo un bicho.
Animal maravilloso, acrobático y social por naturaleza que dispone de todos los mares como hábitat, utilizando los ecuatorianos, más concretamente las playas de Manabí como sitio de reproducción. Normalmente migran hasta 25.000 km cada año.
Nuestros amigos se alimentan solamente durante el verano en las regiones polares. Después, migran a aguas tropicales y subtropicales para reproducirse y parir a las crías durante el invierno.
Se le conoce como ballena jorobada por la aparente joroba que presenta al arquear el lomo cuando asoma a la superficie del agua y emprende una inmersión profunda.
Aunque no es solamente su joroba la característica más notoria que presenta, también están sus largas aletas pectorales, las que pueden llegar a medir hasta 5 metros. Poseen además, y esto es un dato curiosísimo, unas protuberancias sobre y debajo de la cabeza creciéndoles un pelo en cada una de ellas. ¿Y su canto? ¿quién no ha escuchado alguna vez su famoso canto? El canto que emiten los machos es bastante complejo. Dura de diez a veinte minutos y se repite por horas cada vez. Es sin duda la mejor arma para conseguir a las hembras y un especial deleite para nuestros oídos.
Respecto a sus colas, son totalmente distintas, no hay dos iguales. Podríamos decir que son equiparables a la huella dactilar humana. No existen dos ballenas con el mismo patrón de mancha. Esto permite a los científicos identificarlas a través de fotografías de sus colas, documentar sus actividades, seguir sus migraciones y notar la aparición de nuevas crías de forma continua.
Como ya mencioné con anterioridad, la ballena jorobada es otra especie en peligro de extinción, fue objeto de caza y los humanos casi logran exterminarlas. Estas nadadoras relativamente lentas eran un blanco fácil para los arpones. A causa de esta captura excesiva, su población se redujo más de un 90%.
Durante el siglo XX, del 95 al 99% de los ejemplares del hemisferio sur fueron abatidos para la consecución de su carne y su grasa, antes de la moratoria implementada en 1966. Desde entonces, la población se ha recobrado parcialmente ya que las últimas matanzas se produjeron en 1973. Sin embargo, los enredos en elementos de pesca, las colisiones con buques y la contaminación acústica, continúan siendo una fuente de preocupación para todos.
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