El presidente de la Sociedad de Investigación de Energía, Mauricio Tolmasquim, ha declarado recientemente que el país “debe expandir el uso de la energía eólica en medio de un descenso de los costos”.
El funcionario vaticina además que es “poco probable” que el Gobierno mantenga la construcción de cuatro nuevas centrales para el año 2030: “Después de Japón, las cosas se pusieron en espera”.
Ante esto, los mandatarios del país se han puesto manos a la obra y se encuentran analizando nuevas fuentes de energía a bajo precio, fiables y, sobre todo, limpias.
Brasil cuenta con una red de energía basada en las represas hidroeléctricas, que cubre el 75% de sus necesidades, aunque las sequías ocasionales suponen un duro golpe para su completa eficiencia.
Por ello, el país ve en la energía eólica su máximo aliado, gracias a la creciente competencia y a los avances tecnológicos que, en menos de una década, han provocado un significativo descenso en el capital inicial a aportar para este tipo de energía.
En el país ya se encuentran varias empresas extranjeras como la italiana Enel Green Power, la estadounidense General Electric Co., la francesa Alstom SA y la española Gamesa Corporación Tecnológica S.A.