El Okapi, entre la jirafa y la cebra

Se trata de un animal sumamente tímido que habita en la selva tropical de la República Democrática del Congo, motivo por el cual consiguió pasar inadvertida por la comunidad científica hasta el siglo XIX cuando fue descrita por el explorador británico Sir Harry Johnston, por lo que su apellido da nombre a la especie, Okapia johnstoni.

Si observáis las fotografías rápidamente os daréis cuenta de que el okapi parece una jirafa rechoncha con el cuello corto, rayas en las patas y cola igual que las de la cebra.

Lógicamente este animal no necesito desarrollar un cuello tan largo como su pariente, al vivir en un ambiente extraordinariamente frondoso, en el que no era necesario alcanzar las copas para alimentarse, ni ver a través de las altas hierbas de la sabana africana.

Pero, al igual que la jirafa, tiene una lengua muy larga, de hasta 35 cm de longitud y prensil, lo que le permite agarrar y tirar de las hojas y sus machos también poseen cuernos y en el caso de una lucha entrechocarán sus cuellos, en una confrontación similar a la de los machos de las jirafas, pero en miniatura.

Normalmente una hembra entrará en celo cada dos o tres años y dará a luz tras unos 15 meses de embarazo a una única cría idéntica en color a los adultos, la cual permanecerá con ella durante entre dos y tres años, pudiendo llegar a vivir hasta 25 años en cautividad.

Actualmente se estima su población en entre 10.000 y 35.000 en libertad. Sus mayores amenazas son la destrucción de la selva para obtener madera o sembrar y la caza que da lugar al “comercio de carne silvestre” y es que, una vez abatida la presa por los cazadores y recogido el trofeo, la carne o bien es tirada o se vende por los cazadores, dando lugar a un comercio en el que se abastece a los pueblos y ciudades alejadas del hábitat natural del okapi, donde su carne es demandada.