Esta decisión, naturalmente, no se produce por inspiración divina que podríamos decir, sino tras una protesta pública por la negativa de dos hospitales de Colonia administrados por la Iglesia Católica de proveer la píldora que induciría la muerte del embrión a una mujer que sufrió una violación.
Esta nueva política se inscribe, sin lugar a dudas, en una línea menos estricta que la política oficial del Vaticano, en la que hemos visto grandes actuaciones conflictivas en el uso del condón en África, por ejemplo.
No obstante, los obispos alemanes han aclarado que el uso de la píldora será de uso limitado: para evitar el embarazo, cuando se produzca la violación y no para inducir abortos cuando se sepa, imaginamos, que la mujer sí está en estado de “buena esperanza”.