El estudio, que ha sido publicado por la revista “Electromagnetic Biology and Medicine” demuestra que puede haber una relación entre las ondas electromagnéticas y ciertos efectos negativos en mecanismos neurológicos, aunque no esté claro que pueda afectar a los humanos.
En este experimento, las hormigas fueron sometidas a una exposición a las ondas similares a las de los teléfonos móviles, y, como consecuencia, perdieron más de un 50 por ciento de sus capacidades de orientación y memorización, algo que resulta esencial para la organización de los hormigueros y aunque los efectos no resultaron irreversibles para las mismas, tampoco consiguieron recuperarlas completamente.
La experiencia consistía en atraer a un grupo de hormigas hacia un lugar donde encontraban comida, a través de feromonas.
En condiciones normales, las hormigas son capaces de seguir el rastro del camino de vuelta al hormiguero con la comida a cuestas y el resto de las hormigas pueden seguir la misma ruta para repetir el trayecto tantas veces como sea necesario, siguiendo las feromonas dejadas por sus compañeras anteriormente.
Sin embargo, sometidas a una exposición de una frecuencia de 900 megahercios y una potencia de 2 watios, muy inferior a la de una antena de un teléfono ordinario, las hormigas perdían el camino y eran incapaces de orientarse, a pesar de que ya conocían el trayecto.
Según la profesora Cammaerts, las ondas “afectan a la membrana celular, lo que tiene consecuencias sobre el sistema nervioso” y a su juicio en el caso de los insectos puede afectar directamente el desarrollo larvario y las neurosecreciones. En su opinión, el mundo no puede vivir ya sin los aparatos que funcionan con ondas electromagnéticas, pero cree que haríamos bien en aumentar las precauciones sobre las emisiones de las antenas.
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